Aproximaciones al Arte Sonoro


IMAGOSÓNICA


El Arte Sonoro es una disciplina que en las últimas décadas se ha visto favorecida por la expansión de la tecnología digital e Internet, plataformas que han puesto al alcance de un mayor numero de creadores equipamiento, software, información y retroalimentación artística que han promovido la experimentación con el sonido y una nueva valoración del fenómeno sonoro.

Convengamos que en esta (re)valoración del sonido decanta el ingenio y la porfía de muchos perceptores, artistas y hombres de ciencia cuyos aportes han venido incubando desde hace mucho lo que hoy denominamos Arte Sonoro, un campo de estudio y creación artística relativamente diferenciado de la tradición musical de occidente y contiguo a las artes visuales contemporáneas.

En este devenir resulta decisivo aquel momento a finales del siglo XIX en el cual el sonido es suspendido o registrado por vez primera, posibilitando su análisis y manipulación tecnoperceptiva en un momento histórico crucial en que lo propio acontecía con medios visuales como la fotografía y el cine.

El primer registro sonoro de la historia data de 1860. Se trata de una grabación de 10 segundos de duración de “Au claire de la Lune” (1), una vieja canción del repertorio popular galo registrada por el tipógrafo francés Edouard-Leon Scott de Martinville mediante su Fonoautógrafo, un ingenioso artilugio de manivela que imprimía las vibraciones sonoras de la voz humana en un cilindro de papel tiznado.

Aunque con un mecanismo perfectible, muy próximo al Fonógrafo, Scott de Martinville jamás imaginó la posibilidad de reproducir sus grabaciones, las que registraba con la única intención de obtener una representación gráfica del sonido que sirviera a sus estudios grafológicos y comparativos.. De hecho, la delicada impresión del Fonoautógrafo se conseguía con la vibración de un pelo de cerdo que más bien iba despintando el tizne del papel, en vez de trazar un surco lo suficientemente definido y perdurable que permitiera continuar con el proceso.

Como sea, a comienzos de 2008, Patrick Feaster y David Giovannoni, miembros de un equipo investigador de la universidad de Berkeley, California, que trabaja en la identificación de los registros sonoros más antiguos de la humanidad, no sólo develaron al Fonoautógrafo y a su autor, sino que mediante tecnología digital especialmente desarrollada para el trabajo con sonido pretérito, lograron hacer audible uno de los doce cilindros de papel -o fonoautogramas- descubiertos entre archivos franceses, asombrándonos a todos con una fantasmagórica e inquietante melodía que parece venir desde otro mundo.

Más tarde, en 1877 aparece en la historia de los medios de comunicación el Fonógrafo, grabador y reproductor de sonido fruto del ingenio inagotable del señor Tomas Alba Edison, a quien por 131 años le atribuimos de manera inapelable el primer registro sonoro de la historia con su famosa grabación “Mary had a little Lamb(1) en la que su voz es capturada con apreciable fidelidad constatando la perfección de su invento.

En su versión original el fonógrafo capta el sonido por una especie primitiva de micrófono con la forma de un embudo; el sonido hace vibrar una membrana a la que se encuentra adherida una aguja la que por acción mecánica se estremece y va labrando un surco bastante definido en un cilindro de cera que se hace rotar con una manivela. De este modo se realiza la captura, la que en este tipo de soporte puede alcanzar los dos minutos de duración y realizarse en más de una oportunidad borrando el registro previo con un simple calentamiento de la cera.

Para oír la grabación, o fonograma, basta con invertir el sentido de rotación del aparato, haciendo que esta vez la aguja recorra el surco y vaya trasmitiendo la vibración a la membrana, cuyos estremecimientos son amplificados por un cono de papel o, más comúnmente, por un sistema de auriculares, completando una suerte de tránsito desde lo sonoro a lo visual y de lo visual a lo sonoro.

Hacia 1900 el fonógrafo se convertiría en el primer sistema de audiograbación puesto al alcance del público, con lo que su uso se masificará paulatinamente entre investigadores, músicos y ornitólogos, por citar a algunos de sus primeros usuarios. Más tarde vendrá el gramófono, la cinta magnetofónica y la tecnología digital de nuestros días. Sin embargo, para muchos teóricos y artistas sonoros el invento de Edison seguirá siendo una invención revolucionaria sólo comparable en importancia con la máquina de Gütemberg. Por defecto, el fonógrafo es a la cultura aural lo que la imprenta es a la cultura del ojo (3).

Por sobre lo técnico, el Arte Sonoro se nutre especialmente del quehacer de muchísimos creadores, los que a partir de sus de-constructos y reflexiones han contribuído a cimentar esta disciplina desde ámbitos de influencia como la plástica y la música contemporánea.

Es el caso de artistas como Luigi Russolo y su célebre manifiesto futurista “El Arte de los Ruidos” de 1913; de ManRay y su estética del error; de Marcel Duchamp y su deconstrucción del objeto de arte; del grupo Fluxus y su arte-vida; de M. Chion y su audio-visión; de David Linch y las bandas sonoras de filmes como Eraserhead, Rabbit y La Abuela; de Max Neuhaus y sus instalaciones sonoras en espacios públicos; de Chiu Longina y sus investigaciones sobre paisaje sonoro y acústicas de control; de Olivier Messiane, Anton Webern, Edgard Varese, Pierre Boulez, Ligeti y otros fundadores de la música contemporánea; y también de Karlheinz Stockhausen, considerado uno de los padres de la electroacústica con sus indagaciones en música aleatoria, matemática y procesada.

Especial atención merece el trabajo de Pierre Shaeffer, precursor de la música concreta y uno de los primeros en manipular electrónicamente el sonido grabado a la usanza del sampler contemporáneo. Autor del concepto “objeto sonoro” y de las técnicas de solfeo de los mismos, pionero de la utilización de filtros como ecos, rever y delay y también de técnicas como el “cut and paste” en sus composiciones acusmáticas, su contribución resulta ineludible para la creación sonora actual.

Lo mismo con John Cage, para mi gusto uno de los músicos más influyentes de nuestro tiempo, creador de conceptos como “música indeterminada” y “música no intencional” y uno de los iniciadores del “happening” como exaltación del azar en la obra de arte. En 1937 vaticinó: “Creo que el uso de ruidos en la composición musical irá en aumento hasta que lleguemos a una música producida mediante instrumentos eléctricos, que pondrán a disposición de la música cualquier sonido y todos los sonidos que el oído pueda percibir…”. Su obra m�s conocida es 4’33″ una pieza experimental en la que Cage derechamente niega la existencia del silencio. En su estreno en 1952 el pianista David Tudor permanece mudo e imperturbable frente al piano por exactamente 4 minutos y 33 segundos, ante un público estupefacto que no atina a descubrir de buenas a primeras que sus cuchicheos, toses y desasosiegos varios son en realidad la música interpretada o convocada.

Finalmente, no puedo dejar de citar aquí al investigador canadiense Murray Shafer, autor de “La Afinación del Mundo” (1977) y director del proyecto “Paisaje Sonoro Mundial” (WSP) iniciativa ejemplar en la que se nos conmina a escuchar de otro modo los sonidos que nos envuelven y a desarrollar oídos pensantes que nos lleven de la mera percepción acústica hasta la auténtica conciencia sonora.

Los trabajos de Murray Shafer y su equipo fundan lo que conocemos como ecoacústica, un campo de acción acerca del estado del paisaje sonoro y su influencia en nuestra calidad de vida. Sus descubrimientos y reflexiones inspiran hasta el día de hoy la composición con sonidos del mundo real y los estudios sobre paisaje sonoro, identidad sonora y sonido patrimonial.

De este modo, las piezas de audio que conforman “D O M U S” de una u otra manera son herederas de esta incipiente tradición denominada Arte Sonoro. Representan el sonido de Carahue a un nivel interpretativo… su paisaje sonoro en estado de perturbación digital como metáfora del proceso artístico contemporáneo, su virtualidad y estatuto multimedia…el que a estas alturas deviene más bien en códice y desgarro atendiendo a la desubstancialización del objeto de arte.

Para que nos entendamos, el termino Paisaje Sonoro, o soundscape, se define aquí como "la manifestación acústica de lugar" Corresponde a la suma de todos los sonidos dentro de un área determinada y refleja las condiciones sociales, políticas, tecnológicas y naturales de tal espacio (H. Westerkamp). Dicho ambiente sonoro otorga un sentido de pertenencia a sus habitantes, un espectro perceptivo del que emergen sonidos bien definidos que se reconocen como propios y pertenecientes al telón de fondo de sus vidas. (2)

Así, los sonidos del campanario, del mólino, del río, también forman parte de la identidad local… una identidad hoy por hoy amenazada por el ruido -por el ambiente LoFi in crescendo- de motosierras, tragamonedas, motores y camiones forestales.


© Jorge A. Olave Riveros, 2008.

Artista Visual y Sonoro.




Notas:

  • (1) Archivo incluído como pieza sonora en el CD de proyecto Domus; también disponible para audición y descarga en este blog.
  • (2) Identidad Sonora. Catálogo de la instalación sonora “Geo 44.11″. © Jorge A. Olave Riveros y Patrick Medina Quilodrán, 2008.
  • (3) “Junio 24_la prueba del espejo”, Instalación sonora; Jorge Olave Riveros 2007.






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